viernes, 13 de agosto de 2010

Decisión final: Carta del hasta siempre.

Te sumerges en el agua. Empiezas a notar que te falta la respiración y te diriges hacia la superficie, pero justo antes de llegar a respirar alguien te empuja hacia el fondo de nuevo y te sujeta allí, ahogándote. Y justo en ese segundo en el que crees que el dolor en el pecho no puede aumentar, la libertad…
Yo me encuentro en ese instante, como si mi vida fuese una fotografía de ese segundo de agonía. Necesito urgentemente una bocanada de aire, aire limpio de tensiones, que no esté contaminado de hipocresía. Porque sí, es hipocresía lo que exhalo cada vez que me encuentro entre estas cuatro paredes. Nadie aquí me conoce realmente, ni siquiera tienen una pequeña idea de quien soy, y aún así creen saber lo que me pasa por la cabeza. Solo una persona sabe lo que se me pasa por la cabeza, y le costó años llegar a aceptar algunas de esas ideas extrañas.

Y es que soy extraña.

SÉ, que hay cosas que no son normales a mis 16 años. Pero, ¿Qué es normal? Normal es la mayoría. Por lo tanto normal sería que hubiese llegado borracha a casa alguna vez. Normal sería que suspendiese como mínimo una asignatura de todas en todos los trimestres de la ESO. Normal sería que no hablase de nada en casa, que no supiesen nada. Normal sería que hubiese traído a casa algún tipo de problema, ya sea en la escuela, con la policía o con alguien de la calle. Normales serían mil cosas más que no he hecho jamás. ¿Por qué? Porque soy extraña. Pero lo soy para lo bueno y para lo malo. No soy una hija perfecta ni mucho menos, y tampoco pretendo serlo. La mayor preocupación en casa ha sido el desorden de mi cuarto hasta el momento, pero de vez en cuando necesito descargar. NO me quejo, ni mucho menos, de la educación recibida, de la comprensión que se ha intentado tener conmigo, ni de los gestos (algunas veces mucho más que gestos) que me han regalado. Pero necesito algo más. No es culpa de nadie mas que mía, y nadie se imagina hasta que punto me duele fallar a las personas que creen en mí. Pero necesito hacerlo.

Muchas han sido las veces que me he ido a la cama sin encontrar un sentido a mi vida. Demasiadas. Y ahora que sé por donde pasa la solución, no la puedo ignorar, aún cuando esté prohibida. Necesito únicamente unos días de relajación. De paz. Lejos de todo y de todos. Y ahora tengo la oportunidad de hacerlo acompañada de tres personas en situaciones similares. Todo está medido al milímetro para que no pueda traer ningún otro problema más que el moral a casa. Me he buscado la vida tanto como he podido para poder llegar a esto sin ningún cargo económico en casa. Pues sigo siendo extraña para lo malo, y también para lo bueno. No quiero estar aquí, no quiero irme de fiesta, no quiero mi rutina. Rutina, quizá esa sea una de las claves. Necesito un pequeño periodo en el que se pare el tiempo y lo único que tenga que hacer sea respirar. A partir de ahí podré apreciar las pequeñas cosas de la rutina, de la casa, de la vida.

Puede parecer el capricho adolescente de una niña malcriada, pero no lo es, de eso estoy convencida. Una niña malcriada se iría de fiesta una semana y aparecería después por casa. Pero me temo que si eso es lo que entiende quien lee el texto, lo siento pero no entendiste nada. Es mucho más que eso. Es el resultado de años ahogada. De demasiado tiempo pensando cosas que muy poca gente se para a pensar. Es el producto de muchísimo tiempo siendo diferente, entendida parcialmente por todo el mundo, pero completamente por nadie. Y de tener que aparentar ser lo que no soy. No disfruto tanto con un cubata como puedo hacerlo con un montón de tierra. Me parece mil veces más interesante hablar de ciencia que de la que pilló Mr. X el sábado pasado. Me produce más placer coger un puñado de moras y lavarlas en el río mientras me mojo los pies que ir a una discoteca. Sí, disfruto de la fiesta, pero siempre queda ese hueco, ese vacío que solo he conseguido llenar de una forma. Con esas tres personas, viviendo por vivir y no por que nos lo imponga nadie. Hablando de cosas que nos llenan a todos y que nadie entendería por que. Compartiendo un afecto sincero y sin miedo a que alguien vaya a reírse de una frase de agradecimiento o de que pida un abrazo. Respetando los puntos de vista y las rarezas de los otros.

Libres, pero no solos.

No es algo fácil de entender, creo que yo misma no lo entendería si no fuese así, y entendería las broncas, los castigos y las decepciones. No pretendo que se comprenda en veinte minutos lo que otros que me conocen muchísimo más tardaron años en entender.

Sólo necesito tiempo, no años ni meses, pero sí unos días. Es lo único que necesito para ser feliz, y si probar a ser feliz me lo cuesta casi todo, que así sea. Sé que a las personas que me conocen realmente no las voy a perder, pues son ellos los que saben por lo que DE VERDAD pasé, y en consecuencia hasta que punto necesito coger aire.

Para el resto seguiré siendo simplemente una extraña a la que habrá que encasillar en un modelo estándar de adolescente. Una simple rebelde. Una ordinaria desagradecida. Para el resto.

1 comentario: